viernes, 3 de enero de 2014

Masoneria la sociedad de los Enigmas, algunos nunca aclarados (23) Vicente Alcoseri


La Masonería que se Oculta.

La Masonería es un verdadero enigma en varios aspectos. En primer lugar, no existe un consenso relacionado a lo que verdaderamente es, para unos una Poderosa Sociedad Secreta, para otros una inofensiva Sociedad Discreta del tipo club de snobs. Si observamos los numerosísimos libros que se han escrito sobre la Masonería, y sus propósitos según estos libros, dos investigadores aún no se han puesto de acuerdo, no atinan a definirla igual a los demás escritores, esto es, no hay dos investigadores que estén de acuerdo en lo que realmente es. Muchos desde fuera de la Masonería afirman no comprenderla, de pronto aparece como una asociación de profundos místicos, otras como un lobby político, algunas veces afín a la ciencia, otras veces critica de ésta; a veces masones creadores de religiones otras, como contrarios a toda creencia religiosa. Por ello, es difícil encuadrarla. Cada uno de nosotros afirma haber observado algo que otros masones no vieron. Sin duda, esto es verdad. Tiene que ver con esta costumbre particular que Nuestra Masonería tiene de esconderse aun a los masones con décadas de serlo, de parecer algo que no era en realidad, si esto le pasa a masones de años de serlo que pasará con los que la investigan desde fuera.

Otro gran enigma relacionado con la Masonería se refiere a los orígenes de sus enseñanzas y métodos, nunca se ha llegado a un consenso respeto a sus fuentes. Cualquiera que se tome el trabajo de examinar sus enseñanzas y métodos puede atribuir prácticamente cada fragmento a alguna tradición en particular. Podemos decir que en su eclecticismo tomó algunos elementos del gnosticismo primitivo, como también tomó mucho tanto de la tradición grecolatina, como de la cultura asirio babilónica, otros elementos del sufismo musulmán, y otras inclusive del cristianismo. Podría decirse que otros temas provienen de alguna rama del druidismo sobreviviente en la Galia o la Bretaña. Una vez más, existen indicios claros de que la Masonería Regular asimiló mucho de llamada tradición oculta occidental, la tradición socrática mayéutica y la primitiva rosacruciana, una amalgama un poco extensa pero con muchísima consistencia. Pero al examinar la Masonería más de cerca, encontramos que hay algo que no puede atribuírsele a ninguna de estas tradiciones.

Aunque la Masonería no fuera más que un órgano sincretista, una reformadora que recopiló los fragmentos dispersos en varias escuelas de una enseñanza desconocía y perdida, o incluso la cara visible de una tradición secreta más antigua y aun vigente pero invisible para el mundo, que Nuestra Masonería ha sabido encubrir bajo mil velos, y que Nuestra Masonería visible no fuera más que la forma para reclutar adeptos a esta Poderosa Masonería Oculta.

Ahí queda el Enigma, ¿La Masonería, es simplemente un organismo que supo recopilar información y armarla en un solo cuerpo? O por el contrario ¿Qué la Masonería Regular es en sí misma desde hace milenios la creadora de su propio Poderoso Mito? Si fuera esto último, la Masonería se convertiría en una Orden de una importancia muy especial, ya que las verdaderas escuelas de misterios con poco comunes en la historia de la ideas iniciáticas.



Existe un tercer enigma, la verdad muy sorprendente, si uno de nosotros los masones se nos cuestiona sobre el tema de que si hay otra Masonería dentro de la Masonería a la cual pocos masones acceden, dirán nerviosos que no es así, pero evidentemente sí que existe otra Masonería a la cual no es fácil tener acceso, a muchos por su mal comportamiento o por ser ateos los vamos excluyendo o relegando, los cuales con la presión incluso al tiempo se alejan aun de las Masonería Visible.

Bueno, de cada masón dependería acceder o no a la otra Poderosa Masonería Oculta.

Alcoseri

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Fraternalmente Vicente Alcoseri Moderador del Foro Secreto Masónico
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Carlos Eduardo Díaz Pacheco 
02/03/12
Para Vicente Alcoseri
QQ.HH. En breves palabras, hay relación entre ¿ la Gnosis y la
Masonería?. Un T.A.F. Carlos
El 02/03/12, Alcoseri Vicente <vice...@hotmail.com> escribió:
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> Has recibido este mensaje porque estás suscrito al Foro "SECRETO
> MASONICO"
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> Para obtener más opciones, visita este grupo en
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> Fraternalmente Vicente Alcoseri
>
Señor Alcoseri 
02/03/12
FW: [Unión Masónica] La Masonería que se Oculta.

Q:.H:.Carlos Eduardo Díaz Pacheco 

Si evidentemente hay afinidades entre Nuestra Masonería y la Antigua Gnosis- Gnosis significa conocimiento en Griego, pero, no un conocimiento ordinario o mundano, los gnósticos masones creemos que existe una fuente de bondad e inteligencia dentro del hombre, la cual concebimos como conectada a una mente divina, fuera del universo físico, tanto los gnosticos primitivos como los modernos masones sostenemos que no deben existir intermediarios entre Dios y el Ser humano entiendase estos como los Clerigos Religiosos. 











Los humanos portamos una chispa de esa esencia divina, pero el mundo material que nos rodea opaca esa chispa y no la deja manifestarse. Un mundo fallido, obra de un Creador inferior, una creación muy alejada de la idea primaria del Gran Arquitecto, y por ello los masones debemos corregir tales desperfectos. La idea de la masonería en primera instancia es despertar esa chispa que existe dentro de cada ser humano y reconocerlo como unida a esa mente Divina. Para lograrla, se requiere la instrucción precisa de una organización especializada, ese es el papel de la Masonería. Quienes entienden su mensaje podrán coinvertirse en ese algo tan divino. Los masones gnósticos siempre hemos suscitado la ira entre los miembros de todas las religiones dogmáticas. Nosotros los masones gnósticos escuchamos la voz de Dios a través de nuestra conciencia y no necesitamos que un hombre o sacerdote interceda por nosotros, los masones gnósticos alentamos a contactar directamente con lo divino



La Biblia se limita a dar testimonio de la Gnosis, digiriéndose a
siete espirales de conciencia diferentes. Por esto, la Biblia puede
ser leída de siete maneras distintas.



Algunas personas piensan que existen métodos, con claves cabalísticas
u otras formas de ocultismo natural, con los que se puede acceder al
conocimiento de todas estas espirales. Son numerosos quienes lo hacen
y, ba
sándose en ello, creen poder llegar a sondear plenamente las
profundidades interiores del mensaje gnóstico. Pero nada es menos
cierto. Quien se acerca a la Biblia no ve ni lee en ella más de lo que
corresponde a su nivel de conciencia. La espiral que concuerda con su
conciencia puede ser alcanzada sin esfuerzo y sin necesidad de
utilizar ninguna clave. Cuando un buscador obtiene intelectual o
emocionalmente acceso a una espiral para la cual no está preparado,
toma un alimento inadmisible para él y, por ello, altamente
especulativo y dañino.



Cada relato de la Biblia es como un cuadro con siete perspectivas.
Cualquiera que examine este cuadro descubre en él su propia
perspectiva, y si alguien le preguntara: "¿Ve usted esto o aquello?",
esta actitud sería incorrecta y frecuentemente perjudicial.







Cuando el Libro de la Ley, se refiere al hijo de una viuda, no se está
refiriendo a alguien que perdió a su padre y que lo dejó en orfandad
paterna y a su madre viudez. Se refiere precisamente a un iniciado en
una ancestral escuela iniciática. La evidencia es que un libro como lo
es la Biblia, no tendría porque resaltar el hecho de que alguien este
huérfano de padre. Nosotros los masones nos hacemos llamar los hijos
de la Viuda, en referencia a la Madre Naturaleza (como viuda), y no
es que el Eterno este muerto sino que esta In manifestado, pero listo
a manifestarse en su hijo, por ello la Viuda vive en su hijo, tal como
lo textualmente lo expresa la Liturgia del Tercer Grado.



En ese sentido la Madre Naturaleza es un vástago inmanente de la
Divinidad, y a la vez la matriz femenina lista a ser fertilizada por
el Rayo de la Creación, la Naturaleza Universal se manifiesta en un
millón de formas diferentes. El Universo es distinto a Dios, la
Madre Cósmica hace una imagen demiurgica de la Divinidad, y le da
forma antropomorfa; sin embargo, no se aparta del todo de la
Divinidad, pues es inmanente a la causa primera. Jehová es un Dios
deformado por la concepción humana, pero el único vehículo para la
manifestación de Cristo. Nosotros somos Cristos, cada uno de nosotros
lo es , puesto que contenemos una chispa de esa Divinidad que
trasciende a todo. Cuando los evangelios se refieren al hijo de la
viuda, solamente los masones comprendemos a cabalidad su oculto
significado, que no se puede revelar a los profanos.



1 Reyes 7



13 Y envió el rey Salomón, e hizo venir de Tiro a Hiram, >



14 hijo de una viuda de la tribu de Neftalí. Su padre, que
trabajaba en bronce, era de Tiro; e Hiram era lleno de sabiduría,
inteligencia y ciencia en toda obra de bronce. Este, pues, vino al rey
Salomón, e hizo toda su obra. <



15 Y vació dos columnas de bronce; la altura de cada una era de
dieciocho codos, y rodeaba a una y otra un hilo de doce codos.







------------------------------------------------------------------




Orígenes de la Masonería 

El profesor don Ricardo de la Cierva, historiador e investigador, ha dedicado muchos años de su vida al estudio de la masonería afirma que : "la masonería tiene una tesis fundamental: su esencia sólo puede ser comprendida por un masón. Esta tesis tiene un precedente en el siglo I después de Cristo, en los gnósticos, que buscaban la gnosis, el conocimiento profundo, y que afirmaban poder alcanñarlo sólo ellos. Ya el Papa León XIII, en su encíclica "In eminenti", explicaba que "la masonería es la actualización del paganismo antiguo y el gnosticismo". El gnosticismo nació como una reacción pagana contra el cristianismo, y se ha venido reproduciendo a lo largo de la Historia hasta hoy. Se puede afirmar que la masonería es una organización que tiene como fin fundamental acabar con el cristianismo, implantar la secularización en la sociedad, y esto se puede ver en la lectura de los rituales masónicos". extraido de la -Revista "Alfa y Omega"

La masonería toma su nombre del antiguo gremio de los masones. Éstos eran los artesanos que trabajaban la piedra en la construcción de grandes obras. Con el declive de la construcción de las grandes catedrales en Europa y la propagación del protestantismo, los gremios de masones comenzaron a decaer y para sobrevivir comenzaron a recibir miembros que no eran masones de oficio. Con el tiempo, estos últimos se hicieron mayoría y los gremios perdieron su propósito original. Pasaron a ser fraternidades con el fin de hacer contactos de negocios y discutir las nuevas ideas que se propagaban en Europa. 



Una identidad anticatólica.
Los primeros masones fueron protestantes ingleses y por lo tanto rechazaban el concepto de una Iglesia poseedora de dogmas de fe.

Tomaron como patrones a Adán y los patriarcas y se atribuyeron arbitrariamente las mayores construcciones de la antigüedad, entre ellas el Arca de Noé, la Torre de Babel, las Pirámides y el Templo de Salomón. Mezclaron las enseñanzas de las antiguas religiones y tomaron libremente de los grupos ocultistas gnosticos como los rosacruces, los sacerdotes egipcios y las supersticiones paganas de Europa y del Oriente. El objetivo de la Masonería era crear una nueva "gnosis" propia de personas ascendidas a un nivel superior.

Como parte de su sincretismo, la Masonería no tiene reparo en incluir también a la Biblia, la cual ponen sobre su "altar". Las logias pueden también recibir miembros de cualquier religión y cada cual aporta sus propios libros sagrados a los que se les da el mismo valor que a la Santa Biblia.

La Masonería se propone como la nueva religión universal mientras que las iglesias cristianas son relegadas a la categoría de meras "sectas". La verdadera filosofía masónica es el "humanismo secular", una ideología meramente humana proponente del racionalismo y el naturalismo. Según ella, la "naturaleña" está guiada por la rañón que lleva por si sola a toda la verdad y, consecuentemente, a una utopía de "libertad, igualdad y fraternidad". Este debía ser el "novus ordo seculorum" (un nuevo orden secular). La filosofía masónica es precursora de la Revolución Francesa e influye mas tarde en la filosofía comunista.

"Hay que tener claro que, para su finalidad principal, necesitan el poder. Yo hoy, lo que veo innegable es una conexión entre la masonería y la Internacional socialista. En el libro de Jacques Mitterrand, primo hermano del ex-Presidente Mitterrand, masón y alto cargo del partido socialista de Francia, titulado "La política de los francmasones", publicado en 1975, decía que, "así como en el siglo XVIII la masonería equivalía a la igualdad, en el siglo XIX a la libertad, en el siglo XX la masonería equivale al socialismo de raíñ marxista". Este libro desapareció de la venta a las pocas semanas" extraido de -ABC, Suplemento "Alfa y Omega" 





















Fraternalmente Vicente Alcoseri Moderador del Foro Secreto Masónico
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> Date: Fri, 2 Mar 2012 07:05:56 -0300
> Subject: Re: [Unión Masónica] La Masonería que se Oculta.
> From: hoo...@gmail.com
> To: secreto-...@googlegroups.com
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Lázaharo Hael. 
02/03/12
La esencia o espíritu de la Masonería, existió quizás por siempre con
variados nombres y diferentes latitudes geográficas. Aceptar la
dualidad representada por las columnas “B” y “J” en todo el universo,
es aceptar la existencia de dos Masonerías como dos caras o polos de
una misma cosa. El propósito de la Masonería es el conocimiento,
desarrollo y realización del ser humano, el hombre tiene un cuerpo
físico a través del cual se manifiesta, pero su esencia va más allá de
la forma y materia, teniendo como manifestación el pensamiento.

Los hombres llegan a la Masonería con diferentes intereses y ansias
por saber, algunos se pierden en la objetividad de las formas y
pierden el contenido, otros sacian su interés por saber con pequeñas
cantidades, y algunos van más allá de lo anterior y buscan la
Masonería invisible, aquella que no está construida por manos de
hombre alguno, y cuya existencia se encuentra en los mundos abstractos
del ser.
El poder es una de las tentaciones más fuertes que el hombre debe
enfrentar, y esta viene disfrazada de diferentes formas por el ego. El
hombre debe convertirse en observador y descubrirse a sí mismo entre
los engaños del ego y buscar la realización y trascendencia como
humano para ir en pos del Hiram Abiff que mora dentro de nosotros… Los
dioses y demonios moran dentro del hombre, unos tratan de retenerlo en
los tesoros del reino terrenal mientras que los otros tratan de
elevarlos a las reinos del espíritu y el alma… a la esencia de su
verdadero ser.

La Masonería que es una representación simbólica del hombre, Podría
decirse que la Masonería Material se presenta ante los ojos de todo
mundo, mientras que la Masonería invisible se oculta en el interior de
todo ser humano.

Fraternalmente.

Lázaharo Hael,’, 
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Un Enigma Nunca Aclarado 
A principios del siglo XVIII, la sociedad secreta conocida como 
francmasonería transitaba momentos de zozobra. 

La Iglesia los perseguía, mientras que a las monarquías europeas no 
les causaba ninguna gracia tener en sus dominios a grupos —logias— de 
pensadores independientes que podían oponerse a sus férreos controles 
políticos, económicos y sociales. 

Los antimasones encontraron, como es lógico, numerosos métodos para 
combatir y denostar a la fraternidad: desde acusarlos de herejía, como 
muchas veces había ocurrido en el pasado, hasta declararlos ilegales y 
obligarlos a efectuar sus reuniones en la clandestinidad. 

Sin embargo, una de las formas favoritas fue siempre la burla y la 
mofa, ridiculizando a la organización y a sus miembros y volcando a la 
opinión pública en su contra. 

Hay en la historia de la masonería muchos episodios jugosos plenos de 
mentiras, falsedades, ocultamientos, absurdos, codicia y enredos, pero 
uno en particular ha quedado en la historia como el más caótico, 
ridículo e increíble de todos: la sorprendente historia de un hombre 
que no estaba seguro ni siquiera... de su sexo. 

Acompáñenos en este artículo a desenterrar la historia del chevalier D 
´Éon, el desconcertante masón indeciso. 

La aldea borgoñona de Tonerre nunca ha sido populosa. Si actualmente 
tiene 6.000 habitantes —casi todos dedicados a su excelsa industria 
vitivinícola—, uno puede darse muy buena idea de la bucólica 
tranquilidad que reinaba allí en 1728. Una isla de paz en medio de un 
océano de caos: la Francia anterior a la Revolución. 


Casa natal de Charles d´Éon en Tonerre, Borgoña 

Allí, en Tonerre, vino al mundo, el 5 de octubre de 1728, el pequeño 
Charles d´Éon. Su verdadero y trabajoso nombre era Charles-Geneviève- 
Louis-Auguste-André-Timothée Déon de Beaumont, pero todo el mundo lo 
conocía como monsieur D´Éon. Su familia no era cualquier familia de la 
aldea: su padre, Louis d´Éon de Beaumont, era un prominente 
jurisconsulto, mientras que su madre, Françoise de Chavanson, 
pertenecía a la más rancia nobleza. 

Siguiendo la tradición familiar, el joven Charles fue enviado a 
estudiar en París, donde se graduó en 1749 y obtuvo luego un grado en 
derecho, siguiendo la tradición familiar. De inmediato obtuvo un 
puesto como secretario del Director de Hacienda y Censor Real. Pero su 
inteligencia y sus dotes diplomáticas hicieron que a los 27 años de 
edad se lo asignara al servicio exterior francés, recibiendo un cargo 
en la embajada de su país en San Petersburgo. 

En aquellos tiempos, ingleses y franceses competían salvajemente por 
la amistad de los rusos: el zar podía ser un aliado invalorable que 
decidiera por sí mismo cualquier conflicto, ya fuera diplomático, 
político o militar. Y les estaba yendo mejor a los británicos. Su 
embajador, sir Charles Hanbury Williams, tenía muchos amigos en la 
corte de la emperatriz Isabel, y por medio de ellos había conseguido 
influir en el gobierno ruso para que apoyaran los intereses ingleses 
en todo el continente. 

La capacidad de D´Éon le granjeó la confianza de sus superiores en la 
embajada, y pronto fue comisionado para una importante y peligrosa 
misión: espiar a Williams, robarle la documentación que pudiera, 
descubrir quiénes eran sus contactos en el entorno de la zarina y, en 
fin, intentar socavar su posición en Rusia para que Francia pudiese 
seducir a Rusia de una vez por todas. 

Al principio, la labor de Charles fue competente y precisa. Todo hacía 
suponer que cumpliría su misión a la perfección. Mas, de pronto, los 
acontecimientos se precipitaron: los franceses e ingleses comenzaron a 
disputar por una posesión colonial que ambos ambicionaban. Se trataba 
del fértil valle del río Ohio (en los actuales Estados Unidos). Las 
tropas inglesas, al mando del más tarde "padre de la patria" 
norteamericano George Washington, intentaron ocupar la rivera del río, 
pero fueron derrotadas por las fuerzas francesas. La guerra comenzó de 
inmediato, y se extendió como un fuego por todo el mundo. Pronto 
alcanzó a Europa, y llegó a lucharse durante más de quince años en 
sitios tan dispares como las Guayanas, Canadá, los países 
escandinavos, las islas del Caribe, el Senegal africano y la India. 
Había estallado la sangrienta Guerra de los Siete Años, a la que 
Winston Churchill llamó "la verdadera Primera Guerra Mundial". 


La Guerra de los Siete Años 

Al estallar las hostilidades en Europa, de inmediato Francia se alineó 
con sus aliados Rusia, España, Austria, Suecia y Sajonia. Los 
ingleses, por su parte, formaron en el bando opuesto junto a Prusia, 
Irlanda, tres principados alemanes (Hannover, Brunswick y Hesse), 
Portugal y las colonias norteamericanas. 

Apenas comenzado el conflicto, Charles d´Éon solicitó se lo relevara 
de sus tareas diplomáticas para tomar parte activa en el conflicto. Se 
lo transfirió al ejército, donde recibió el mando de un regimiento de 
dragones del ejército galo, y fue destinado con sus hombres a 
Alemania, donde se enfrentó a las tropas de Federico el Grande para 
defender las regiones controladas por María Teresa de Austria. Su 
valentía fue tal que los recuentos de su coraje llegaron a oídos del 
mismísimo Federico. 


D´Éon en su uniforme de dragón 

En 1757, D´Éon debió conducir una parte del ejército austríaco en la 
Batalla de Praga, a la que el emperador enemigo llamó "la batalla más 
sangrienta de todos los tiempos". En esa oportunidad se enfrentaron 
65.000 prusianos contra 62.000 austríacos, con 14.000 y 13.000 bajas 
respectivamente. La batalla concluyó con una grave derrota austríaca, 
cuyo ejército debió retirarse. Charles, herido honrosamente en acción 
y aún convaleciente, recibió la orden de llevar la noticia del 
desastre al gobierno de París, así que debió ponerse en marcha. 
Apurado, cayó de su caballo y se quebró una pierna, pero, con el 
miembro entablillado y todo, llegó a París un día y medio antes que 
los mensajeros austríacos que venían a alertar a su propio embajador. 

Luego de mucha sangre y tribulación, ambos bandos decidieron comenzar 
a buscar una salida pacífica bajo la forma de unas conversaciones de 
paz. La delegación francesa no estaba encabezada nada más ni nada 
menos que por el caballero D´Éon. 

Las opiniones inglesas estaban divididas a este respecto: mientras que 
los tories (conservadores) se sentían proclives a aceptar un tratado 
de paz, los whigs (demócratas liberales) deseaban continuar la guerra 
hasta expulsar definitivamente a los franceses de Estados Unidos, 
Canadá y la India y haber conquistado Francia y Austria. El motivo de 
esta disparidad de criterios era que los tories habían mantenido 
conversaciones secretas con los franceses y habían aceptado cuantiosos 
sobornos para actuar como quintacolumna que ayudara a poner fin a la 
guerra. D´Éon, habiendo averiguado estos hechos, se reunió 
secretamente con los conservadores y agregó al cohecho del gobierno el 
suyo propio, lo que determinó que los ingleses firmaran el Tratado de 
París que concluyó definitivamente el conflicto. 

Terminada la guerra, Francia y Gran Bretaña recompusieron sus 
relaciones diplomáticas, y Charles —recién condecorado por Luis XV con 
la Orden Militar de San Luis, una de las más altas medallas al valor 
de su país— fue enviado a Londres como Primer Secretario de la 
embajada francesa. Se había convertido en un personaje celebrado e 
influyente, y es sabido que la envidia es peor que la tiña... Uno de 
los diplomáticos de carrera de la embajada francesa comenzó a cultivar 
una agria enemistad con Charles, y a partir de entonces no perdió 
oportunidad para perjudicarlo. Se trataba del conde de Guerchy, y su 
odio hizo tanto en contra de D´Éon que el militar tomó una decisión 
drástica: abandonar su puesto y la embajada. Pero, inteligente como 
era, se robó primero una larga y comprometedora serie de documentos de 
la caja fuerte de la sede diplomática. Entre ellos se contaban una 
pormenorizada lista de los diplomáticos ingleses a los que él y Luis 
XV habían sobornado y el plan completo de una invasión francesa a 
Inglaterra. Esta invasión iba a ejecutarse durante la guerra, pero el 
proyecto era tan pormenorizado y bien tramado que podía llegar a 
ejecutarse en cualquier momento desde entonces en adelante. Su valor 
de inteligencia, por lo tanto, era incalculable. 

Habiendo renunciado a su secretaría, pues, D´Éon se dedicó a llevar 
una respetable vida de caballero francés en Londres. Sabía que los 
documentos que había escondido garantizaban su vida, y que su futuro 
contemplaba un enorme bienestar gracias a las personas mencionados en 
ellos. Los tories involucrados comprarían a buen precio su silencio, y 
Luis XV pagaría más con tal de evitar el escandaloso incidente 
internacional que se produciría si se divulgaba que había sobornado a 
los negociadores de paz enemigos en medio de un sangriento 
enfrentamiento armado. 

Dicho y hecho: los ingleses corruptos ofrecieron la friolera de 40.000 
libras esterlinas por los papeles pero D´Éon, que aún no había 
recibido ninguna oferta de su rey y planeaba sacar una cifra muy 
superior, se negó a aceptar el trato. 

El conde de Guerchy decidió pasar a la acción directa: envió un grupo 
de matones a casa de Charles para robar los documentos, pero los 
sicarios no fueron capaces de hallarlos. Desesperado, mandó otra 
partida para secuestrar a su compatriota, torturarlo y obligarlo a 
confesar dónde los había escondido, pero D´Éon previó su movimiento y 
escapó justo a tiempo. 

Agotadas todas las instancias "amistosas", Charles comprendió que 
debía hacer público el asunto y presentó una demanda criminal contra 
Guerchy. Pero éste ostentaba inmunidad diplomática, la que fue 
aceptada por los jueces ingleses y el Gran Jurado de Middlesex y la 
querella no prosperó. 

Todo parecía haber llegado a un punto muerto, aunque la parte más 
jugosa del relato está a punto de comenzar... 

Corría ahora el año de 1764. D´Éon tenía 36 años de edad. Nadie sabe a 
ciencia cierta cómo se inició el rumor —es posible que el despechado 
Guerchy lo haya echado a rodar— pero, de buenas a primeras, en toda 
esquina, bar y baño público de Francia se escuchaba la misma frase 
dicha en voz baja entre risitas y murmullos: el chevalier d´Éon era en 
realidad una mujer disfrazada. Cinco años más tarde, el rumor no se 
murmuraba sino que se voceaba en toda Europa, y esto incluía, por 
supuesto, a Londres. Una vez más, D´Éon estaba en boca de todos, y no 
en los términos más elogiosos. 

El caballero se indignó, pataleó, bufó y se burló del particular, 
desestimando enfáticamente toda sugerencia en ese sentido. ¿Acaso 
podría una mujer haber cabalgado al frente de sus dragones en la 
masacre de Praga? ¿Hubiese sido una débil fémina reconocida con la 
Orden de San Luis? Si bien Juana de Arco, bien mujercita, había 
levantado siglos antes el sitio de Orleáns y había colocado la corona 
en la cabeza de Carlos VII, verdaderamente el razonamiento de Charles 
tenía sentido. Pero el daño ya estaba hecho: se vuelve de todas partes 
menos del ridículo, y cuando el ridículo es consecuencia de un chisme 
bajo y para colmo de índole sexual, mucho peor. La reputación de D´Éon 
como militar, caballero, político y diplomático estaba en entredicho, 
y él necesitaba formar una base de apoyo y protección que lo 
sostuviera antes de caer estrepitosamente y para siempre. 

Así, pues, tomó una decisión heroica: ingresar en la masonería. En el 
Strand de Londres se encontraba la taberna Corona y Ancla, en la que 
se reunía la Logia de la Mortalidad, capítulo masónico de mucho 
prestigio y al que pertenecían los franceses que vivían en Londres; 
allí presentó el caballero su solicitud de ingreso. Fue aceptado de 
inmediato e iniciado como "hermano". 

Pero en 1770 se discutía ya acerca de la condición de lesbiana 
travesti de nuestro héroe (¿nuestra heroína?). Nadie en Europa, desde 
Lisboa a Moscú, hablaba de otra cosa: D´Éon era una mujer que se 
excitaba —o excitaba a sus amantes femeninas— vistiéndose de varón, o 
una que estimulaba a los numerosos homosexuales ocultos para acostarse 
con ellos, haciéndolos fantasear que hacían el amor con otro hombre. 
Conductas similares no eran raras en la Europa de esos tiempos, y para 
comprobarlo no hay más que leer las obras del Marquén de Sade. 

Algunos, empero, vieron en este asunto una oportunidad de hacer 
dinero, y comenzaron a apostar sobre el verdadero sexo de D´Éon. No se 
trataba de su sexualidad, sino de su sexo anatómico. ¿Era hombre o era 
mujer? Hagan sus apuesta, señoresssss... Arriesgar dinero sobre el 
tema se convirtió en una moda refinada, y, si bien había quien jugaba 
un penique o dos, los grandes capitalistas de juego aceptaron apuestas 
por 120.000 libras... o más. Si bien el juego legal estaba permitido, 
no era lícito el juego clandestino (como era el caso), por lo que las 
compañías de seguros decidieron morder su parte del pastel. Asociadas 
con los apostadores y los capitalistas de esta increíble ruleta, 
comenzaron a hacer pasar las apuestas como si fuesen contrataciones de 
pólizas. El éxito de la maniobra fue tal que se fundaron enormes 
compañías "de seguros" cuya única función era aceptar y administrar lo 
que se llamaban "Pólizas de seguro sobre el sexo de monsieur le 
chevalier o mademoiselle la chevalière —nótese la burlona ironía del 
encabezado, ´la señorita caballera´— D´Éon". Grandes fortunas 
cambiaron de mano al término del episodio. 

La sociedad europea en general y las francesa e inglesa en particular 
estaban divididas, porque a pesar del aprente consenso sobre la 
naturaleza femenina de Charles, alguien tomaba las apuestas en contra: 
en efecto, había quien creía que los rumores no eran más que 
infundios. 

Los que abogaban por la teoría masculina se basaban principalmente en 
dos argumentos: el primero era el innegable y fácilmente comprobable 
historial de heroísmo de D´Éon durante la Guerra de los Siete Años. A 
esto se podía oponer lo ya dicho sobre la Doncella de Orleáns y otras 
guerreras famosas de la historia. Pero el segundo razonamiento era más 
difícil de discutir: D´Éon era masón, y era un hecho comprobable desde 
tiempo inmemorial que los masones comprobaban el sexo de los 
aspirantes antes de aceptarlos, ya que en la fraternidad estaban 
prohibidas las mujeres. 

La teoría contraria afirmaba que la conducta entera de D´Éon, valiente 
o no, francmasón o no, era atípica y antinatural: no se había casado, 
no se le conocían novias, amantes ni queridas, jamás había perseguido 
a las menores de edad, nunca había puesto los cuernos a nadie, y esto 
era horrible e inadmisible en un militar y caballero de aquellas 
épocas. El chevalier tenía que ser una mujer, o bien se trataba de un 
señor gravemente enfermo. 

La situación era problemática por lo siguiente: ¿cómo sabía el 
apostador si había perdido o ganado? ¿Cómo lo sabrían los capitalistas 
de juego? Como es obvio, sólo existía una manera, a saber: obligar a D 
´Éon a que se sometiese a un examen médico de sus genitales, para 
comprobar si se trataba de un hombre o de una mujer. El "pequeño 
detalle" que quedaba pendiente era convencer al susodicho de que 
aceptara esto. 

Porque el chevalier no estaba dispuesto. No, de ninguna manera. 

NO. 

Primero probaron por las buenas. Los jugadores le ofrecieron dinero si 
exponía su entrepierna a la mirada de los médicos, veedores y jueces: 
25.000 libras serían suyas si accedía. D´Éon se negó. Ante ello, 
decidieron secuestrarlo, maniatarlo y examinarlo por la fuerza. 
Alertado —una vez más— con anticipación, Charles escapó de su casa y 
desapareció de los lugares que solían frecuentar. Esta actitud 
encendió la mecha de una tercera teoría: el héroe de guerra no era ni 
una mujer ni un hombre a secas, sino un hombre inteligente y ambicioso 
que había echado a rodar los rumores sobre sí mismo. Por cierto que 
debía haber apostado en secreto por intermedio de testaferros por la 
masculinidad. Una vez convencida la sociedad de lo contrario, haría su 
espectacular reaparición, exhibiría sus atributos de hombre... y sería 
rico. 


El objetivo de las apuestas 

Convengamos en que este razonamiento era lógico e impecable. D´Éon no 
tenía más motivos para ocultarse que usted o yo. ¿Por qué no someterse 
a un breve examen y zanjar las dudas y discusiones? ¿Qué razones 
tendría para negarse? ¿O es que era, en verdad una mujer? 

Luego de pasar varios meses escondidos, D´Éon hizo su aparición en 
Londres a fines de junio de 1771. Se presentó a la justicia y firmó en 
presencia del Lord Alcalde una declaración jurada que decía que jamás 
había apostado sobre su propio sexo, que reprobaba enfáticamente las 
apuestas ajenas, y que su desinterés por el dinero quedaba demostrado 
por el hecho de que había rechazado 25.000 libras contantes y sonantes 
que podía haber ganado por el simple trámite de bajarse los calzones 
durante un breve instante. A pesar de ello, seguía negándose a dejarse 
examinar. 

La publicidad que rodeó su nueva salida a escena provocó lo 
previsible: que los rumores arreciaran y que las apuestas menudearan 
aún más. El humano de sexo indefinido juraba no haber apostado, muy 
bien, pero no mostraba su pene. O su vulva. 

La consecuencia fue que la gente —y particularmente los jugadores— se 
empecinaron aún más. Casi no pasaba día sin que alguien desafiara 
públicamente a D´Éon a desnudarse en público. Los que habían apostado 
tanto dinero, por cierto, querían saber si eran ricos o se habían 
arruinado. Pero el insigne militar, impávido y flemático, siempre se 
negaba rotundamente. 

Mientras el extraño episodio se desarrollaba, otro conflicto 
subterráneo tenía lugar. El gobierno y la corte franceses seguían 
ansiosos por recuperar los comprometedores documentos que Charles 
había robado de la embajada. Volvieron a ofrecerle dinero, pero, 
previsiblemente, el caballero lo rechazó. Presentaron entonces un 
pedido de captura ante la policía inglesa, pero la justicia, 
argumentando con ecuanimidad que D´Éon no había cometido ningún delito 
comprobable, le negó la extradición. Finalmente, desesperado, Luis XV 
envió un grupo comando para que secuestrara al hombre a quien él mismo 
había condecorado, pero una vez más el chevalier logró romper el cerco 
que le tendían y escapar indemne. 

En 1777, por fin, un apostador que estaba convencido de que el sujeto 
de la controversia era una mujer y había apostado una fuerte suma, 
quiso recuperar su dinero y no encontró mejor forma que presentar una 
demanda ante los tribunales de Londres. La causa fue considerada tan 
importante y trascendente que ni siquiera fue sorteada, sino que se la 
puso en manos de Lord Mansfield, Juez en Jefe de la Real Corte de 
Justicia (King´s Bench). 

Los argumentos del demandante eran los habituales: que Charles nunca 
se había acostado con nadie —que se supiera—, que no perseguía a las 
damas, que... Pero el hombre, preocupado por su capital, no iba a 
quedarse solo en esto. Llevó al tribunal a dos testigos, uno 
periodista y el otro médico, que afirmaron bajo juramento que, 
habiendo observado al chevalier sin ropas, estaban en condiciones de 
afirmar que era, en efecto, una señora. 

El defensor expuso, también, los argumentos habituales: que era un 
héroe de guerra, que los francmasones lo habían aceptado... Pero sus 
esfuerzos no pudieron contra dos testimonios insospechables. No le 
quedó al pobre abogado más remedio que solicitar se llamase como 
testigo al mismo D´Éon, para que se desvistiese delante de los médicos 
y los miembros del tribunal. Como el lector imaginará, fue un vano 
esfuerzo. Charles se negó en redondo y no quiso discutir siquiera la 
posibilidad. 

En este estado de cosas, no había nada que hacer: el jurado consideró 
que la femineidad del militar había quedado suficientemente probada, 
que no cabía duda de que D´Éon era una mujer, y Lord Mansfield declaró 
ganador al querellante, que se hizo rico con el producto de su 
apuesta. 

Sin embargo, el defensor no se dio por vencido: apoyándose en un 
defecto de forma —un estatuto de reciente sanción estipulaba que las 
apuestas eran diferentes de las pólizas de seguro— apeló ante el 
tribunal de alzada, la Cámara Plenaria del Tribunal del Rey. La corte 
superior hizo lugar a la apelación y revirtió la sentencia del ex 
aequo, pero en vano. Ya era tarde: de punta a punta del planeta Tierra 
la opinión pública se había quedado, ya para siempre, con el fallo de 
primera instancia. Los diarios habían publicado que el causante era 
una mujer, los apostadores habían cobrado sus apuesta... ¿quién iba 
ahora a hacer cambiar de opinión a los ciudadanos? 

Nadie. Luis XV había muerto, y su sucesor, Luis XVI, que no olvidaba 
el asunto de los papeles robados de la embajada, emitió un decreto 
como Par del Reino, firmado el 19 de agosto de 1777, donde decía 
textualmente: "De ahora en adelante se le exigirá que deje de usar 
para siempre el uniforme de dragón que ella llevaba costumbre de 
lucir, que vuelva a vestirse según su sexo, y le quedará prohibido 
presentarse en parte alguna del Nuestro reino si no está vestida con 
las ropas femeninas que le corresponden", pedestre y vil venganza del 
poder contra la persona que había osado desafiarlo. Dado que el 
chevalier no disponía de fondos, el monarca destinó una partida 
presupuestaria destinada a proveerlo de un guardarropa femenino 
completo. 


Luis XVI, el que le compraba la ropa 

Charles d´Éon pareció acatar sumisamente el decreto de Luis XVI, 
incluso antes de que este se firmara. Trece días antes de la 
promulgación —el 6 de agosto— el valiente militar apareció en Londres 
vestido con delicados y elegantes ropajes femeninos, a pesar de que el 
decreto del rey Borbón no se aplicaba en el Reino Unido. 
Increíblemente, sacó pasaje en un barco y regresó a Francia, donde 
sabía que lo esperaban sus enemigos por causa del viejo tema de los 
papeles robados. Pero, al embarcar, volvió a cambiar de idea y se 
presentó a bordo con su impresionante uniforme de oficial de dragones. 
Esta sería la última vez que llevaría los gloriosos colores del 
ejército francés. Nunca más se lo vería en ropas masculinas. 

Ya en Francia, D´Éon se retiró a las tierras de su familia en Tonerre, 
y, una vez más dispuesto en apariencia a aceptar el fallo judicial y 
las presiones del gobierno, del rey y los cortesanos, inició una serie 
de negociaciones con Luis XVI. Su representante fue el célebre 
escritor francés Pierre de Beaumarchais. D´Éon declaró que había 
nacido como niña pero que su padre había obligado a su madre a criarla 
como varón, porque su bufete judicial, sus tierras, sus viñedos y los 
títulos nobiliarios no podían ser heredados por una hembra. 


D´Éon en ropas femeninas 

Con estos antecedentes y la voluntad del caballero de someterse, el 
arreglo al que Beaumarchais llegó fue el siguiente: el gobierno 
francés pagaría a Charles todos los sueldos atrasados como oficial del 
ejército y diplomático, se le otorgarían las pensiones por el retiro 
de ambos cargos y además una indemnización de 3.000 libras. A cambio, 
el caballero se comprometía a devolver todos los papeles robados de la 
embajada y a no volver a usar nunca más ropas de varón. Se convertía, 
ya oficialmente, pues, en la "caballera D´Éon". Durante los siguientes 
ocho años fue, con todos y para todos, mademoiselle D´Eon. Pasó ese 
tiempo retirada como una solterona noble en sus tierras de Borgoña, 
aunque tuvo tiempo aún para redactar, en 1789, una carta a la Asamblea 
Nacional de Francia en la que proponía fundar una división de mujeres 
combatientes —que, por supuesto, estaría bajo su mando— para luchar 
contra la dinastía Habsburgo. Nadie la escuchó y su solicitud fue 
rechazada. 


Beaumarchais, amigo y defensor de la caballera 

Pero la oportunidad que los antimasones estaban esperando había 
llegado: la francmasonería, universalmente famosa por su machismo y su 
cerrada negativa a aceptar mujeres en sus filas, había sido 
miserablemente engañada por una travestida femenina que la dejaba ante 
el mundo como una pandilla de tontuelos. 

Las reglas masónicas establecían que los aspirantes debían ser: 
"Hombres decentes y homestos, nacidos libres, discretos y de edad 
madura; de buena moral y libres de escándalos, con una reputación 
libre de toda mancha. Hombres sanos y fuertes, que no sufriesen 
deformidad alguna al momento de su iniciación, que no hubiesen perdido 
ningún miembro. Ni mujeres ni eunucos serán aceptados". Como se ve, 
esto dejaba claramente fuera a D´Éon, porque ser mujer era causa de 
expulsión, lo mismo que si estaba castrado, por no hablar de lo 
escandalosa de su reputación. Existía, por supuesto —y por aquel 
tiempo comenzó a crecer también este rumor— de que no se trataba de 
una mujer, sino que el chevalier era en realidad un hermafrodita que 
compartía genitales masculinos y femeninos. En este caso, tampoco 
hubiese podido ser admitido, porque la norma masónica decía claramente 
"que no sufriese de deformidad" y el hermafroditismo, por supuesto, es 
una grave malformación congénita. 

Para mayor burla y mofa de los antimasónicos, en cierto momento de la 
ceremonia de admisión se exige al aspirante que se desnude de la 
cintura arriba, momento ideal para detectar a cualquier mujer que 
estuviese intentando infiltrarse en la hermandad. Los masones no hacen 
esto para dilucidar el sexo de nadie sino solo por motivos simbólicos, 
pero es cierto que la mayor parte de las mujeres pueden identificarse 
por el busto. 

Uno de los opositores de la sociedad secreta escribió en un diario: 
"Nuestros hermanos (ejem, quiero decir hermanas) masonas han admitido, 
en una de sus logias del Strand, a una mujer llamada madame D´Éon". 
Como es comprensible, la francmasonería expulsó a la chevalière de 
inmediato. 

Mientras tanto, D´Éon continuaba viviendo en Tonerre y había comenzado 
otra de las transformaciones que rigieron su extraña vida: se volvió 
religiosa y solicitó el ingreso en una orden de monjas de clausura, 
las que la aceptaron. 

En 1785 solicitó al rey permiso para regresar a Inglaterra por un 
tiempo con el objeto de pagar las deudas que había contraído durante 
su estancia allí. El rey le concedió la autorización y la religiosa D 
´Éon se tomó el barco y llegó a Londres. Nunca más regresó a su país 
natal. 

Así vivió, como monja devota, en una tranquilidad suprema, por los 
siguientes veinticinco años de su vida. Nunca se volvió a quitar sus 
ropas femeninas. 



 Hacia el fin de su existencia se vio sumida en la soledad, la 
enfermedad y la miseria. Finalmente, postrada, la muerte la encontró 
el 21 de mayo de 1810. 

Pero la sorprendente historia de madame-monsieur D´Éon no terminó con 
su muerte: más bien, los interrogantes no harían más que 
profundizarse. 

Pére Elisée era un famoso cirujano militar francés que había debido 
escapar a Inglaterra por sus conocidas ideas monárquicas a poco de 
iniciada la Revolución Francesa. Si bien había regresado a Francia 
durante la Restauración y se había convertido en médico personal del 
mismísimo Luis XVIII, quiso la suerte que se encontrara en Londres con 
otro importante colega durante las últimas fases de la enfermedad de 
madame D´Éon. Ambos facultativos atendieron a la anciana dama durante 
su agonía, y, cuando hubo fallecido, comprendieron que tenían ante sí 
la solución al enigma que había perturbado el sueño de toda Europa 
durante casi cincuenta años. Sólo debían examinar el cadáver y 
aventarían todas las dudas. ¿Sería la chevaliére una mujer, un hombre, 
un eunuco o un hermafrodita? 


D´Éon poco antes de morir 

Mientras preparaban el cuerpo para el solemne funeral, el examen 
postmortem rindió una revelación sorprendente: ¡Charles D´Éon era en 
realidad un hombre! Un hombre perfecto, completo, como cualquier 
hombre normal, común y corriente. Tenía un pene y dos testículos, no 
estaba castrado, no era hermafrodita, no tenía órgano femenino alguno. 
Era, en todos los sentidos, un ser humano normal de sexo masculino. 

Elisée y su compañero comprendieron que nadie iba a creerles si 
declaraban semejante cosa sin disponer de testigos. Por lo tanto, 
convocaron al conde de Yarborough y al médico y almirante de la Marina 
Real (y masón por añadidura) sir Sidney Smith. Ambos vieron con sus 
propios ojos la innegable masculinidad del cadáver. Entre los cuatro 
convocaron a las autoridades inglesas, y veinte funcionarios 
desfilaron ante el cadáver desnudo, firmando todos ellos una 
declaración que daba cuenta de la verdad. Por último, se citó al 
eminente cirujano y catedrático de medicina inglés sir Thomas 
Copeland, quien asimismo dio fe del increíble descubrimiento. 

Al fin y al cabo, los masones no eran tan tontos como sus enemigos 
creían. Habían admitido a D´Éon sabiendo que era hombre. Luego habían 
guardado un empecinado silencio durante los años y años en que las 
apuestas cundieron, y sólo habían expulsado a su frate cuando él mismo 
reconoció ser mujer. 

Pero la pregunta que todos se hicieron en aquel entonces y que 
nosotros mismos nos hacemos hoy es la siguiente: si Charles era hombre 
¿por qué aceptó la sentencia judicial y pasó los treinta y tres 
últimos años de su vida vestido de mujer? ¿Por qué no aceptó someterse 
a un breve examen médico que zanjase la cuestión de una vez y para 
siempre en la primera oportunidad en que le fue solicitado? 


La chevaliére vestida de madame 

Nadie lo sabe, y este misterio no se ha resuelto hasta el día de hoy. 

¿Sería el chevalier un homosexual no asumido, con veleidades de 
travestismo, que encontró en los rumores y posterior juicio y 
sentencia la oportunidad para "salir del placard" y vestirse de 
muchacha como siempre había ambicionado? ¿Tendría acaso otro secreto 
más oscuro que no quiso revelar y prefirió someterse y aceptar su 
cambio de sexo con tal de que lo dejasen en paz y no prosiguieran 
investigándolo? ¿Por qué jamás se supo de un amorío suyo, ni con 
hombres ni con mujeres? 

D´Éon publicó su autobiografía, intitulada La Vie Militaire, politique 
et privée de Mademoiselle d´Éon ("La vida militar, política y privada 
de la señorita d´Éon") en 1779, pero se ha demostrado que la misma fue 
escrita en realidad por un amigo íntimo de la protagonista, La 
Fortelle. ¿Habría sido éste el amante homosexual oculto de la 
chevaliére? Todas las investigaciones destinadas a probar o descartar 
esta hipótesis han fracasado. Como dato anecdótico, cabe consignar que 
cinco años antes de su muerte la caballera firmó contrato para 
escribir —esta vez ella misma— una nueva autobiografía, que se 
titularía La Pucelle de Tonerre. Nunca llegó a redactarla. Pero sí es 
llamativo el título; significa "La Doncella de Tonerre", y es el mismo 
apodo con que se conocía a Juana de Arco: La Pucelle d´Orleans. ¿Creía 
D´Éon que podía compararse con la joven comandante? En realidad, como 
cristiana y ex soldado, era devota de la Santa de Orleans, patrona de 
todas las mujeres militares, y seguramente pensando en ella puso ese 
título a su libro fallido. 

D´Éon se comportaba, vestida de mujer o no, como un varón fuerte y 
decidido. Durante muchos años participó en torneos de escrima contra 
hombres y mujeres, venciendo a la mayoría de sus contrincantes, entre 
los que se contó el Príncipe de Gales, soberbio espadachín. En más de 
una ocasión se batió a duelo, hasta que en 1796 fue gravemente herida 
y debió abandonar esta costumbre. 


Mademoiselle D´Éon (a la izquierda, vestida de mujer) batiéndose a 
duelo 

La apariencia de D´Éon seguía siendo masculina. El escritor, poeta y 
político inglés Horace Walpole, primo del almirante Nelson, conoció a 
la caballera en 1786. Walpole era homosexual y amante del poeta Thomas 
Gray, así que debemos aceptar sus opiniones como de conocimiento de 
causa: "Aunque lleva su condecoración sobre el pecho izquierdo, sus 
brazos y manos no parecen haber sido incluidos en su cambio de sexo, 
ya que son mucho más adecuados para cargar un pesado sillón que para 
agitar un abanico", escribe. 


D´Éon con pechos y condecoración, tal como la vio Walpole 

Existen testigos presenciales que han declarado que en efecto la madre 
de D´Éon lo vestía con las ropas de su hermana mayor "para 
divertirse". Este tipo de conductas —que pueden ser nocivas para la 
estabilidad psicológica del niño sometido a ellas— fueron bastante 
comunes hasta fines del siglo XIX. Las únicas fotos conocidas de la 
infancia del escritor norteamericano H.P. Lovecraft lo muestran 
invariablemente vestido de niña. Sin embargo, Lovecraft no se 
convirtió en homosexual ni travestido por ello. 


Horace Walpole 

Como sea, no es posible para los historiadores dilucidar la verdad 
acerca de Charles d´Éon. Tal vez en el futuro aparezcan nuevos 
documentos o escritos que echen más luz sobre su sorprendente vida y 
nos aclaren los múltiples aspectos de su vida que aún permanecen en la 
oscuridad. 

Por lo pronto, su nombre ha sido perpetuado en el término 
"eonismo" (que se refiere a lo que hoy llamamos travestismo) y los 
transexuales, travestis y transformistas veneran su memoria como 
"santa patrona". 

A pesar de las lagunas historiográficas que no podemos sortear y la 
incomprensible negativa a certificar su sexo (que condicionó su vida y 
se la amargó por más de medio siglo), sigue siendo interesantísimo 
hablar y discutir sobre la asombrosa vida de Charles d´Éon, a quien 
muchos deben haber considerado "hombre pero sin fanatismo" y a quien 
nosotros hemos denominado con el equivalente latino de la expresión 
"el hombre dudoso": Homo irritus. 









Hace 10 horas · Editado 

El inconsciente colectivo de la Humanidad le teme a lo desconocido, a lo que se mantiene en secreto, a eso que se infiltra sigilosamente en partidos políticos, religiones, en la web, en universidades, gobiernos, religiones, sindicatos , empresas etc. por ello El Mundo teme tanto al poder de la Masonería, a tal grado que la han tratado de convertir en una simple

sociedad discreta


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(23) Vicente Alcoseri

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